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El Secreto de Nut : La Madre Cósmica Egipcia

Actualizado: 12 mar 2022


Siguiendo en sintonía con el Arquetipo de la Madre, inscripto en el mes de Marzo, vemos que la mayoría de las Civilizaciones, incluyendo aquellas que consideramos Iniciáticas y Custodias del Saber Hermético, consideraban en sus distintas Cosmogonías (los Mitos acerca de cómo se creó el universo) una Pareja Primordial conformada por una Madre Tierra y un Padre Cielo. Curiosamente, la más Antigua de estas Civilizaciones - la Egipcia-, tiene una concepción totalmente opuesta. Veamos primero el Mito. Si bien los egipcios presentan una gran cantidad de mitos cosmogónicos distintos (cada ciudad principal tenía uno, en el cual acentuaban la intervención y el papel del dios al cual dicha ciudad estaba consagrada), nos basaremos en este caso en uno de los más extendidos: el de la ciudad de Heliópolis. Según esta versión, Ra surge de las profundidades del Océano Primordial, y crea el principio Masculino y el principio Femenino, encarnados por Shu (el aire) y Tefnut (la Humedad). De su unión nacen el dios Geb (la Tierra) y la diosa Nut (el Cielo). Ra había prohibido la unión de Nut y Geb, y al ver el amor que se profesaban, castigó su desobediencia mandando a Shu que los separara. De este modo, Geb tumbado, Nut arqueada sobre él y Shu entre ambos permiten la aparición del espacio necesario para el mundo que conocemos con todos los seres vivientes, incluida la humanidad que nace de las lágrimas de Atum (el Sol). Además prohibió que Nut diera a luz a los hijos de Geb que llevaba en su seno durante ningún día del año; entonces acudieron desesperados a Toth, dios de la Sabiduría, y Guardián de los Misterios, quien robó a la luna los cinco día epagómenos (antes el año egipcio tenía 360 días exactos), y en esos días Nut pudo dar a luz a Osiris, Isis, Seth y Neftis, y posteriormente, los dos primeros engendraron a Horus, un dios fundamental en la mitología egipcia. En primer lugar, debemos resaltar la importancia vital que para los egipcios tenía la Dualidad Sexual: no podía existir un concepto de energía femenina sin uno de energía masculina relacionado y complementario, y viceversa. Incluso los dos conceptos autogenerados cumplen esta condición: Nun, el Océano Primordial, el caos Primigenio, era femenino, mientras que Ra, el que se Hace a Sí Mismo con un Grito, es masculino. Todos los dioses generados luego aparecen en parejas: Shu y Tefnet, Nut y Geb, Isis y Osiris, Neftis y Seth. Horus, el cual en realidad es un dios mucho más antiguo que Isis y Osiris, fue adaptado aquí como hijo de éstos, conformando así la Tríada Familiar Sagrada. Lo interesante aquí es la inversión en cuanto a la sexualidad atribuida a la pareja de Geb y Nut: Geb como Padre Tierra, y Nut como Madre Cielo. Como mencionamos al principio, en la mayoría de los mitos cosmogónicos, la asociación es opuesta: según los Griegos, por ejemplo, la Madre Tierra es Gea (o Gaia), consorte de Urano (el Cielo). Para los Mexicas o Aztecas, Coatlicue es la diosa de la Tierra y la fertilidad. Esta asociación y simbolización de la Madre a la Tierra proviene directamente de su entendimiento de que, así como de ella nace, brota y crece el reino vegetal, necesario y fundamental para la vida, entonces ellos también en algún momento habían sido paridos por la misma Madre. Para los Nórdicos, en cambio, Frigg, la esposa de Odín y patrona de la fertilidad, el amor y el hogar, es diosa del Cielo, no de la Tierra; la diferencia estriba aquí en que en la tierra escandinava, el hielo y el frío dificultaban tareas como la agricultura, y por lo cual se le brindaba una mejor bienvenida a un cielo límpido que deje pasar el sol y orientarse en mejor en los barcos; esa era la Madre que los protegía y cuidaba que los hombres vuelvan a sus hogares. Sin embargo, el mito egipcio se erige como un misterio en este apartado: ninguno de los dioses primigenios (Nun, Ra, Tefnet, Shu, Geb y Nut) era adorado o tenía templos propios en las ciudades; sin embargo existe un motivo o representación muy recurrente en templos y papiros, que muestra a Nut diosa del Cielo, reclinada y sosteniéndose sobre sus pies y manos, sobre Geb, dios de la Tierra, que yace recostado debajo de ella, mientras Shu, el padre de ambos, los separa. e esta manera (ver la imagen de este artículo), Nut conforma la Bóveda Celeste, y contiene en sí tanto al Sol como a todas la Estrellas. ¿Por qué ella es la Gran Madre? La respuesta está en que para los egipcios, el hombre no viene de la Tierra, sino de las Estrellas. Las Estrellas son, según su Concepción, fuente de Vida, y de ellas llegaron tanto los dioses como los hombres. El propio nombre de la Diosa significa ‘La Grande que Parió a los Dioses', y su cuerpo representado arqueado, lleno de estrellas y de pechos plenos dan cuenta precisamente de esto que les estoy narrando. Curiosamente -o no tanto- su amor de Madre iba más allá del Acto Mágico de Dar a Luz: también protegía las almas de los muertos, que acudían a ella en busca de protección y alimento, y a quienes así lo deseaban les ayudaba renacer. El Mensaje de los Egipcios es claro: Venimos de las Estrellas, y a las Estrellas regresamos cuando acaba este tramo del Viaje.Si bien nuestras raíces están hundidas en lo profundo de la Tierra, provenimos y germinamos a partir de una Semilla Divina que no es de aquí. Levantemos la mirada en la noche clara y observemos atentamente los brillantes lunares de nuestra Madre Nut; quizás el guiño titilante de sus estrellas adquiera una nueva complicidad, un cierto rasgo de familiaridad y resonancia a la Luz de este Mito.


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